Era la perra ideal. Y era mi perra. Tenía actitud y aptitud. Obediente y caliente.
‘No’ no estaba en su vocabulario. Si por causas mayores no podía en ese momento, lo hacía lo antes posible. Sin tener que recordárselo. Lo único malo que me dejaba sin poder castigarla. Pero no hacía falta.
Cómo le acaba de ordenar, ya la tenía de rodillas, desnuda. Al rededor de su cuello, un gag a medio colocar y una cadena bien gruesa que le acababa cayendo entre sus voluptuosos pechos. Estos, con varias pinzas de colores…
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