A lomos de negro semental cruzó el caballero la puertas de la muralla de la ciudad. Se abría paso entre los plebeyos que desbordaban el intramuros, detrás los restos de su tropa. De entre la muchedumbre de fijó en una joven. Sus ojos se clavaron en ella como las flechas lo habían hecho en combate. De repente paró su caballo y la llamó. La joven se acercó y tras intercambiar algunas palabras, la subió en su montura. Continuaron la marcha hasta llegar al castillo.
Allí las trompetas anunciaron su llegada. Ayudó a la joven a bajar del corcel y entraron. Se dirigieron directos a la alcoba. Una vez allí, y ante la sorpresa del servicio, pidió ropa de gala para ella y les ordenó que no les molestasen…
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